Introducción
Bienvenidos a mi blog, un espacio donde compartiré mis experiencias y reflexiones como lector y escritor. A lo largo de este viaje, exploraré cómo mis habilidades lecto-escritoras han evolucionado desde mis primeros años hasta la actualidad, donde la tecnología juega un papel crucial.
¿En qué categoría se puede clasificar la autobiografía? ¿Por qué?
La autobiografía se clasifica en el género literario de no ficción narrativa. Este género se caracteriza por relatar hechos y experiencias reales vividos por el autor, presentados desde una perspectiva personal. La autobiografía no solo narra eventos, sino que también reflexiona sobre ellos, ofreciendo una visión introspectiva y analítica del propio desarrollo.
¿Cómo puedo enriquecer el texto autobiográfico para generar mayor impacto en los lectores?
Para enriquecer un texto autobiográfico y generar un mayor impacto en los lectores, es esencial:
- Uso de detalles vívidos: Describir experiencias con detalles sensoriales para que el lector pueda imaginarse la situación.
- Reflexión personal: Incluir pensamientos y emociones personales para que el lector pueda conectarse emocionalmente con la historia.
- Estructura clara: Organizar el texto de manera coherente y lógica, facilitando la comprensión y manteniendo el interés del lector.
- Elementos multimedia: Incorporar imágenes, videos y enlaces que complementen y enriquezcan la narrativa.
Mi Autobiografía como Lector y Escritor
Primeros acercamientos a la lectura y escritura
Desde muy pequeño, en mi casa, quedaba admirado por la cantidad de libros que mi papá tenía. Recuerdo que en algunas épocas hacía castillos con la extensa historia de Colombia; eran unos 50 libros muy gruesos y de pasta dura de color azul oscuro. Aunque funcionaban muy bien para hacer castillos, la lectura en sí no era mi fuerte. Me costaba mucho trabajo comprender las letras y entender lo que otros llamaban ortografía. Esto me causaba vergüenza, pero no lograba comprenderlo.
Durante el bachillerato, me diagnosticaron dislexia, una condición que afecta la capacidad de entender las letras. Me llevaron a un sitio llamado Hitler (en la calle 26 con carrera 30 en Bogotá), donde me ponían a decir lo que veía en unas tarjetas. Recuerdo esos lugares como lúgubres y oscuros, donde me sentía tremendamente solo y asustado. Aunque decían que el problema se solucionaría con ejercicios, no fue así. Ahora, con 45 años, ya no me asusta, pero sigue siendo difícil para mí acercarme a las letras y entenderlas como los demás lo hacen. Me he llenado de herramientas que me permiten expresar mis ideas y luego acomodarlas para que las personas las puedan aceptar.
Desde muy pequeño, escribir poesía se me daba fácil. Podía construir palabras y frases que rimaban. Durante mi vida, los sucesos y dolores acumulaban letras que se armaban unas a otras, brillando en la oscuridad y dando sentido a lo que en mi adolescencia no podía expresar. **Frecuentemente tenían los ojos brillantes en la oscuridad y daban sentido a aquello que desde la oscuridad de la adolescencia de la niñez simplemente no podía salir, no tenían una luz, no tenían una cara sencilla con la que interpretar la realidad.** Escribir poesía era una forma de buscar la belleza en mí mismo. Soy una persona afrodescendiente en una sociedad donde tener una nariz grande no era aceptado. **Yo, como afrodescendiente, tengo una nariz grande y, por lo tanto, no era bien aceptado. Entonces, escribir poemas y tener cierta estética frente al arte me daba una forma de ocultar mi gran nariz.** Al vivir en la costa, descubrí que mi nariz no era grande, sino simplemente mi nariz, y que podía describirme a mí mismo no como una persona fea, sino como un poeta.
Mi comienzo como escritor tenía una contracara: me costaba mucho concentrarme en cualquier cosa, pero podía escribir poemas. Aunque me costaba leer, me acerqué a dos libros azules y gruesos de mi papá, una colección de novelas de Rudyard Kipling y Emilio Salgari. Las historias de "El libro de la selva" de Kipling y "El corsario negro" de Salgari me cautivaron. **Más allá de la imposición de tener que leer para tratar de ser normal o poder encajar en el colegio, lo que más me motivaba eran las historias.** Lo que más despertó mi deseo por leer fue jugar Calabozos y Dragones. Dedicar tiempo a construir historias para mis compañeros y entender las reglas en inglés me emocionaba. **Era como encontrarse en un mundo donde todo es adverso y, a la vez, poder encontrar un camino.**
Hubo un tiempo, de los 17 a los 35 años, en el que me dediqué a consumir drogas y perdí la oportunidad de vivir plenamente. **Me dediqué a consumir drogas y perdí el tiempo que tenía para vivir tratando de huir de los recuerdos de la infancia que me marcaron para toda la vida como si fueran los cascos de caballos con hierros ardientes como herraduras y yo, gateando como quien se cae, trataba de escapar de miles de situaciones y caballos que seguramente iban a pasar por encima de mí, pero estos caballos no eran reales, eran emociones, eran recuerdos apagados por el tiempo y el cerebro que decidió protegerse recurriendo al olvido como una estrategia en la cual cada segundo es nuevo, cada segundo es una oportunidad. Aunque en la carne quede impregnada la magia siniestra de los químicos que alertan al cerebro de que algo malo está pasando y pasó y luego siguió pasando y de tanto pasarse volvió común y de lo común se volvió lejano y aunque estaba allí presente, simplemente era un fantasma, una sombra que se extiende durante la noche frente a una puerta a la cual no quieres ir ni quieres entrar porque sabes que allá hay miedo y de los sucesos solo queda eso, el miedo.**
A partir de mis 35 años, cuando comencé a sanar el pasado, experimenté menos ansiedad y angustia, y empecé a abordar la vida desde la perspectiva de aprender. Leer se convirtió en una estrategia única que me permitía llegar tan lejos como pudiera concentrarme. Internet me daba acceso a cientos de recursos gratis, y empecé a aprender de diferentes cosas. **Empecé a superar la dislexia porque el problema ya no era leer textos, sino enfrentarse a mundos posibles que se hacían posibles en la medida en que podías tener el conocimiento que los hacía posibles.** Superé la dislexia utilizando herramientas que convertían mi voz en texto, permitiéndome expresar mis ideas.
**Utilizar herramientas que me permitan hacer resúmenes, herramientas que me permiten extraer textos, herramientas con las que yo puedo escuchar a gran velocidad un texto y desde allí empezar a identificar qué es lo que quiero y con lo que quiero poder proyectarme hacia una idea y darle forma a través de pedir.** Ahora, escribir no es una proeza imposible, sino una forma de expresar lo que pienso. Puedo construir ideas como quien construye casas, y gracias a estas herramientas, ahora puedo habitar en un sitio sin sentirme extraño o alienado. **Escribir ya no es una proeza que no puedo hacer, ahora escribir es una forma de expresar lo que pienso y puedo pensarlo porque ya el no saber si se escribe con h o sin h no es impedimento para expresar lo que siento. Siento que puedo escribir sobre tantas cosas y siento que puedo construir ideas como quien construye casas y que puedo convertir el mundo de lo escrito en los cimientos y con los fragmentos de los textos que voy encontrando, argumentar mis propias ideas como quien construye una casa. Cada casa tiene una habitación, y esa habitación son pensamientos, búsquedas y necesidades. Esas habitaciones son mi mundo de ideas y, gracias a estas herramientas, ahora puedo habitar en un sitio sin sentirme extraño, sin sentirme alienado.**
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